miércoles, 19 de marzo de 2008

El padre emigrante

Luis Christian Rivas Salazar

José es un boliviano muy joven, que tuvo que dejar a su esposa y sus tres hijos para ir a trabajar a los Estados Unidos. Son ocho años de su partida, ocho años que no ve a su descendientes cara a cara, para poder abrazarlos y besarlos, tan solo las fotografías le muestran el crecimiento de sus pequeños, quienes han estado todo este tiempo comunicándose cada fin de semana, mediante el teléfono. José tiene un empleo estable como ayudante de cocina en Virginia. Fruto de tal esfuerzo, manda semanalmente la respetiva remesa para su familia. Su problema: ¿Volver a Bolivia, cuando muchos quieren partir? ¿Cómo puede ayudar a su familia en estos momentos de crisis? ¿Estar presente junto a ellos, sin empleo o estar ausente y seguir mandando remesas?

Esta historia me hace recuerdo a la vida que lleva Patricia, quien se fue a España hace siete años, para trabajar en Barcelona como mesera por medio tiempo y como niñera en su segundo turno, después de instalarse y haber sufrido los primeros meses hasta conseguir trabajo, siendo víctima de sus propios compatriotas, que le cobraban sumas excesivas por un rincón bajo un techo. Logró ahorrar e independizarse y después de cuatro años mandó a recoger a su esposo Mario y a su hijo Jaimito para unificar a la familia. Ahora Mario trabaja como pintor y junto a su esposa se compraron su propio "piso", como también un automóvil para poder transportarse hasta su trabajo. Algunas veces le piden que vaya a pintar a Francia, motivo que le permitió conocer muchos lugares de Europa. El pequeño Jaimito está inscrito en una escuela en Barcelona y habla catalán perfectamente; su madre espera la llegada de su segunda hija. Mario y Patricia no desean volver a Bolivia y planean forjar su futuro y criar a sus hijos en España.

Muchos pueden contar historias semejantes. Bolivia es un exportador de personas ya que el desempleo, el conflicto, la falta de inversiones, oportunidades, inseguridad jurídica, bloqueos, paros, huelgas, provocan pobreza, retraso y obligan a nuestros conciudadanos a ejercer el más importante de los derechos: el derecho a la vida, y su correlato, el derecho básico de supervivencia.

Muchos padres no podrán hacerse festejar por sus hijos, en su día. Estos tuvieron que viajar por un mejor futuro, escapando del hambre. Un estómago vacío ocasiona vértigos, calambres, rabia e impotencia, no comer y no poder dar de comer, produce angustia y desesperación.

Todo esto lo sabía José. Por eso decidió marcharse.Como muchos de sus compatriotas repitió: "aquí no hay futuro". ¿Esta sentencia será verdadera?, cabe preguntarnos. Creo que no. Las sociedades ahora, pueden elegir, ser abiertas y prósperas o sumergirse en el atraso, por consecuencia de las decisiones de sus gobiernos y el respaldo de sus ciudadanos. Ejemplos concretos de exportadores de hombres pobres, que ahora no lo son: Italia, Irlanda, Japón, la misma España, cuyos habitantes en décadas pasadas produjeron olas migratorias hacia Argentina, Perú, Venezuela, Suiza, Países Bajos, Francia, Alemania; las cosas cambian, todo depende de la actitud que tomen los gobiernos y los mismos ciudadanos. "El futuro está abierto", nos decía Popper.

Los emigrantes no son estúpidos, sus pies les llevan donde existen posibilidades de sobrevivir, donde hay trabajo, donde hay riqueza, no suelen viajar a donde existen solo "promesas" o "buenas intenciones". No viajan a Cuba, ni Venezuela, tampoco Ecuador, suelen partir a lugares donde el capitalismo está más consolidado, donde existe comercio, empresa y oportunidades reales de supervivencia. Por eso, viajan a Australia, España, Italia, Inglaterra y como sabemos al centro del imperialismo, a Washington. ¿Cómo pueden explicar este extraño fenómeno los "progres"? ¿Que ridícula teoría nos pueden presentar?

Los países que atraen a nuestros compatriotas, no pueden frenar un fenómeno, que más bien es positivo. Deberían recibirles con los brazos abiertos. Esos hombres aportan con fuerza de trabajo, y provocan la primera ley de la inmigración: el inmigrante no quita trabajo, lo crea, y es siempre un factor de progreso, nunca de atraso. Lo único que se les puede exigir es el respeto de las mismas normas que se les exige a los demás ciudadanos.

Por otro lado, lamentablemente, los padres bolivianos están dejando a sus hijos pequeños, se están privando de tener momentos de alegría, de convivencia filial, se les está negando ver crecer a sus hijos; peor aun, fruto de este fenómeno de exportación, las consecuencias salen en la crónica roja: violaciones a menores de edad abandonados o dejados a un familiar o extraño, jovencitas embarazadas, promiscuidad, bajas calificaciones, delincuencia y alcoholismo juvenil, desintegración familiar, etc.

Asumir la responsabilidad por estos hechos, significa crear las condiciones de estabilidad para que el capital pueda circular libremente. Nos haría mucho bien escuchar atentamente los testimonios de nuestros padres o familiares en el extranjero, y, sorprendernos del respeto por la propiedad privada en los países prósperos, por el esfuerzo individual, la iniciativa individual, la innovación, la empresa privada, el cumplimiento de contratos y convenciones, el trabajo ininterrumpido, el estudio, educación, capacitación continua, el ahorro, el manejo de inversiones, la seguridad jurídica, el respeto al ciudadano de parte del estado, y el respeto del ciudadano al principio de autoridad.

En este día, mi homenaje es para el padre que se encuentra en el exterior, sufriendo por volver a ver sus hijos, el que lucha por sobrevivir escapando del hambre y la pobreza. Esperamos que estos progenitores muy pronto vuelvan a casa.

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