miércoles, 23 de enero de 2008

El Estado plurinacional

Por: Luis Christian Rivas Salazar

El Estado plurinacional comunitario, tiene como uno de sus primeros referentes intelectuales a nivel nacional, al vicepresidente Alvaro García Linera, quien asegura en Democracia liberal vs. democracia comunitaria, que su propuesta no trata de etnizar el Estado, porque este ya está etnizado por una minoría del país, por eso propone desmonopolizar el Estado, éste que premia un solo idioma, y, asegura puestos de influencia a ciertas redes familiares. Esa desmonopolización, puede llamarse Estado plurinacional, multinacional o multicultural.


Sin duda alguna, los privilegios, los monopolios, la prostitución de la política, como las prácticas de padrinazgo, compadrazgo y todo tipo de favoritismo hacen mal a cualquier tipo de sociedad, pero parece una simplificación absurda, decir que el Estado está controlado por una etnia, ¿la misma etnia a la que pertenece el autor antes citado? Sin duda alguna, la confusión provoca conclusiones apresuradas que llevan a legitimar un proyecto teórico de Estado, desde premisas falsas. ¿La desmonopolización nos lleva, necesariamente, al Estado plurinacional? La desmonopolización, desde la democracia liberal, nos lleva a la igualdad del ciudadano ante la ley, y la méritocracia, ya que fuera de ser de ésta o de otra etnia, uno puede acceder a la administración pública, en igualdad de condiciones con sus conciudadanos.

Dicen que existen unas cinco mil naciones con sus propias lenguas. Lo que significa que existen miles de tribus en estado larvario, que en cualquier momento pueden convertirse en movimientos hostiles, constructores de fronteras y destructores de la paz mundial. Estos se reconstituyen, se fabrican, se inventan, mediante la irracionalidad, el sentimentalismo, el romanticismo, que suele desencadenar violencia y fragmentación.

En ¿Qué es una Nación?, García Linera, nos dice que la nación es: …una comunidad en las que sus componentes se reconocen por adelantado en una institucionalidad a la que reconocen como propia y, dentro de la cual integran sus luchas sociales, sus competencias y mentalidades". Así, las naciones son fronteras sociales, territoriales y culturales que existen previamente en las cabezas de los con-nacionales.

Lo nacional crea un sentido de pertenencia y de colectividad, que no poseen otras personas, que no poseen los "otros", los "extraños", los "extranjeros". Este pensamiento tribal, es decir primitivo, nos enseña que el hombre tiene prejuicios sobre sí y sobre los que le rodean; prejuicios que se manifiestan en fronteras, en barreras. Así, este pensamiento puede generar arbitrariedades como la "Nación camba", la "Nación aymara", el "sentimiento kochala", etc.; conceptos absurdos, fruto de mentes primitivas, personas que se "reconocen", yo diría que se reconocen por sus mentalidades termocéfalas y provincianas, los con-nacionales se quieren, se besan y abrazan, frente a los demás, a quienes detestan y odian por sus diferencias.

Este Estado plurinacional sobrepone la entidad colectiva sobre la individual, la práctica deliberativa sobre la electiva, la coerción por encima de la libre adscripción, la personalización del poder sobre la institucionalidad, y según García Linera, en este constructo existe la alternabilidad, la rotación de cargos, demostrada sobre todo: ¿en el Chapare, el altiplano paceño, y el Norte de Potosí?

Con semejantes ejemplos, defiende dicho intelectual su propuesta de democracia comunitaria, pero su plurinacionalismo más parece un engendro teórico que recoge el absolutismo de Hegel, un poco de Lévi-Strauss, Franz Fanon, el romanticismo nacionalista de Herder, ultrareaccionarismo de Maestre, con varias dosis de Bordieu, Foucault, Derrida, Zizek y una base de marxismo revisionista o pseudomarxismo, que nos embriaga con una retórica atrayente y seductora, que trae consigo fatales fines. ¡Qué fácil es pensar por los indígenas, promoviendo la rebelión y el odio!

Esta nueva forma de colonización intelectual, pensar lo indígena desde lo blanco o asumir pensamientos occidentales para teorizar lo nativo, demuestra la impostura del Estado plurinacional.

En El regreso de los indios, (forma en que llama a los indígenas bolivianos), García Linera, nos dice que al indio le falta "voluntad de poder", por eso, el indio debe resistir y enfrentarse al gobernante blanco, y se pregunta: "¿Qué significaría que los indígenas gobernaran Bolivia? ¿Cómo estaría compuesto el Poder Legislativo? ¿Cómo se institucionalizarían en la administración gubernamental los idiomas indígenas? ¿Cómo quedarían legitimados estatalmente los sistemas políticos comunarios para la toma de decisiones a nivel local y general? ¿Cómo sería un régimen político multinacional? ¿Qué papel jugarían las organizaciones sociales indígenas campesinas, sindicales, gremiales en el nuevo diseño gubernamental?", para responder a sus interrogantes, se debe poner a prueba el experimento del Estado plurinacional, basado en la "voluntad de poder de los indígenas", superhombres nietzscheanos que tendrán que producir una especie de hegemonía, que en palabras del sociólogo, significa que Bolivia sea diseñada por los mismos indios, fatal arrogancia.

¿Quién debe gobernar? El indio. Racismo y rencor, camuflado de buenas intenciones.

Si el marxismo fue, en un momento el "opio de los intelectuales", el nuevo opio es esta ideología, que ya impregnó y consume en adicción al gobierno, a los constituyentes y fruto de una noche narcótica, nace una hoja de papel, que nos dice que el individuo no es nada y la cultura lo es todo, que es hora del indígena, y, que su mentor es un ingeniero social revolucionario que experimentará una norma de "avanzada" sobre los ratones, quienes no pueden liberarse de sus tabúes, miedos y conjuros, para dividirse y subdividirse ad infinitum.

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